La sucesión se refiere al proceso formal de transferencia del control de gestión de un miembro de la familia a otro, con el objetivo de preservar el negocio para futuras generaciones (Sharma et al., 2003). Este proceso es largo, y sus resultados son cruciales tanto para la familia como para la empresa (Schlepphorst y Moog, 2014). Aunque no debería dejarse al azar (Ferrari, 2023), el 70% de las empresas familiares no tiene un plan de sucesión (Calabrò y Valentino, 2019).
La sucesión puede darse de diferentes maneras:
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La gobernanza se refiere a la estructura y los sistemas que guían la dirección de una organización, permiten alcanzar sus objetivos, medir su desempeño y facilitar la toma de decisiones (OECD, 2023). Dado que las empresas familiares persiguen objetivos tanto económicos como no económicos, su estructura de gobernanza difiere de la de las empresas no familiares (Mustakallio et al., 2002).
La gobernanza en las empresas familiares implica tomar decisiones que afectan tanto a la empresa como a la familia y al espacio de intersección entre ambas. Las empresas familiares que adoptan estructuras de gobernanza formalizadas muestran niveles más altos de desempeño que aquellas que no las adoptan (Brenes et al., 2011; Calabrò y Valentino, 2019; Umans et al., 2020).
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Las empresas familiares son heterogéneas (Chua et al., 2012); esto significa que difieren no solo de las empresas no familiares, sino también entre sí. La investigación inicial se centró en comparar empresas familiares y no familiares, bajo el supuesto de que las primeras eran homogéneas (Moores et al., 2018). Sin embargo, investigaciones más recientes han reconocido que las diferencias internas entre empresas familiares pueden ser incluso mayores que las diferencias entre empresas familiares y no familiares (Chrisman y Patel, 2012).
Varios temas han sido identificados dentro de la literatura sobre heterogeneidad, incluyendo: sucesión, riqueza socioemocional,
propiedad y gestión familiar, capital basado en la familia, tamaño y crecimiento de la empresa, junta directiva, internacionalización,
comportamiento emprendedor, y relaciones laborales (Daspit et al., 2021).
Esta diversidad evidencia la necesidad de tener en cuenta la heterogeneidad al investigar empresas familiares.
La innovación se refiere a la introducción de nuevos productos, procesos o modelos de negocio que sostienen la ventaja competitiva y el desempeño financiero superior de una empresa. En el caso de las empresas familiares, innovar puede incrementar sus probabilidades de supervivencia y facilitar la transmisión del negocio a las futuras generaciones (Jaskiewicz et al., 2015). Por esta razón, la innovación es una de las principales áreas de investigación en el campo de las empresas familiares (Calabrò et al., 2019).
La orientación emprendedora se refiere al proceso mediante el cual las empresas actúan de forma emprendedora, explorando y explotando oportunidades. Tradicionalmente, se ha entendido que la EO se manifiesta a través de cinco dimensiones clave (Lumpkin y Dees, 1996): Autonomía, Innovación, Toma de riesgos, Proactividad y Agresividad competitiva.
Todas las empresas, incluidas las familiares, deben involucrarse en actividades emprendedoras para seguir siendo competitivas y sostenerse en el largo plazo. Esto es especialmente importante para las empresas familiares que desean transmitir el negocio a futuras generaciones (Cruz y Nordqvist, 2012; Hernandez-Linares y Lopez-Fernandez, 2018).
Actualmente, solo el 18% de las personas líderes en empresas familiares son mujeres (Calabrò y Valentino, 2019), lo que demuestra que aún queda un camino importante para lograr la equidad de género en este tipo de organizaciones. A pesar del creciente interés por comprender el rol de las mujeres en las empresas familiares (Maseda et al., 2022), la investigación sobre género y empresa familiar ha sido fragmentada. Esto se debe, en gran parte, a que históricamente el papel de las mujeres ha sido invisibilizado dentro de estas empresas (Hamilton, 2006; Martínez Jiménez, 2009).
Numerosos estudios han comparado el comportamiento de las empresas familiares y no familiares respecto a su participación en actividades de responsabilidad social corporativa (RSC), y el interés en este tema ha crecido significativamente en la última década (Mariani et al., 2023).
Varios estudios han encontrado que las empresas familiares son más propensas a involucrarse en prácticas de RSC que las no familiares (García-Sánchez et al., 2021; López-Pérez et al., 2018; van Gils et al., 2014), especialmente cuando el CEO pertenece a la familia controladora (Cui et al., 2018).
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